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La manipulación de los medios (publicidad, tv, redes sociales) ha hecho que muchas mujeres y hombres estén esclavizados a sentirse en desmedro de los estándares de belleza que ellos definen. Esta manipulación tiene una razón de ser ya que hay una industria enorme que la sustenta. Productos dietéticos, gimnasios, centros de estética, farmacéuticas, doctores, nutricionistas etc. Sirve entonces tener especialmente a mujeres ansiosas, deprimidas, con baja autoestima y en una lucha eterna contra el cuerpo para hacerlo calzar con el modelo de lo  que vemos  a diario y en todas partes, para sentirnos parte y “bellas”.

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Estamos embobados, sometidos, y secretamente esclavizados a odiar nuestro cuerpo, a nunca estar conforme, a no quererlo y someterlo permanentemente a hambruna, privaciones, rutinas de ejercicios, fajas, depilaciones dolorosas. Adormecidas en algo que es sumamente violento contra cualquier ser humano, y que por alguna extraña razón está normalizado. No estar conforme con nuestro cuerpo, pensar permanentemente en parámetros de  flaco/gordo, joven/viejo.

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Se nos habla de bienestar y salud. Pues bien, salud tiene que ver con el ámbito emocional y síquico, no sólo con el índice de masa corporal y kilos. Este es uno de los grandes mitos a los que estamos subyugados. El mito de la belleza es otro. ¿Qué es ser bello? ¿Quién lo define? No puede ser un concepto más relativo a cada persona, sin embrago la sociedad se encarga de construir una definición e incluir/excluir en función de ello. Se habla del privilegio del delgado, así mismo de la gente blanca. Da un estatus absolutamente ridículo desde donde se le mire. Igualmente absurdo  que querer que la humanidad tenga la misma talla/peso que da prestigio y privilegio. Queremos ser S y renegamos del L, porque está mal. Tener un peso que escapa a las mediciones está mal, el sobrepeso, la obesidad, no es sano… ¿Qué es sano entonces?

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Me arrojo entonces a dar una posible respuesta. Querer nuestro cuerpo en su totalidad, olvidarnos de los estándares que socialmente se han construirnos para devorar nuestra autoestima y amor propio. Con rollos, pelos, estrías, celulitis, cicatrices, color, peso, forma, talla. Basta de seguirnos torturando. No es un camino fácil, hay que dar varias batallas; con la comida, con el lenguaje y con nosotros mismos.

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